Estudio sobre la utilización de las nuevas tecnologías para posibilitar la intervención en musicoterapia durante la pandemia por COVID19.

Durante la pandemia por COVID19, especialmente en sus momentos más duros, a partir de febrero-marzo de 2020, las intervenciones en musicoterapia se han visto reducidas, y en muchos casos imposibilitadas, a causa de las medidas de seguridad y de protección ante el virus.

Uno de los aspectos más importantes de la musicoterapia es el vínculo terapéutico, el estar cerca de la persona, el poder ver sus reacciones, tanto físicas como emocionales. El acompañar, el comprobar con mirada atenta si los objetivos marcados son los correctos, el dar la mano o un abrazo cuando la persona que tienes delante lo necesita, el estar presente, son algunos de los aspectos básicos en un proceso musicoterapéutico.

Para todo ello es muy importante la presencia física, la cercanía entre musicoterapeuta y paciente/cliente. Con la pandemia esta presencia física y cercanía ha sido en muchos caso imposible. Afortunadamente, las ganas de seguir ayudando a las personas y las posibilidades tecnológicas de estos años del siglo XXI han posibilitado que las sesiones de musicoterapia no desaparezcan del todo.

La tecnología en musicoterapia no es nueva ni exclusiva de la pandemia por COVID19. Ya en los últimos 20 años se ha utilizado para ayudar en la mejora de bienestar y calidad de vida de las personas que la recibían. La utilización de nuevas tecnologías posibilita que la musicoterapia sea más inclusiva, teniendo más herramientas para adaptar mejor la sesión a las necesidades físicas, cognitivas o emocionales de la persona. Un ejemplo de tecnología utilizada en musicoterapia es el sistema Brain Computing Music Interface (BCMI), un tipo de tecnología de neurorretroalimentación que consiste en trasladar las señales neuronales del cerebro a un sistema de creación/generación de música, una herramienta aplicable para aquellas personas que no pueden utilizar su cuerpo para crear música.

Pero hasta el 2020 estas nuevas tecnologías se habían utilizado como complemento al trabajo presencial del/la musicoterapeuta. Para conseguir una mayor participación de quien recibe musicoterapia, o para posibilitar una mejor evaluación de lo que acontece en la sesión o para tener más detalles de aspectos difíciles de observar a simple vista. Con la COVID19 se han convertido en la única opción para poder seguir con las intervenciones musicoterapéuticas.

Además, a las dificultades para la práctica clínica física se ha unido el aumento de las situaciones de estrés, angustia, ansiedad o depresión a consecuencia de la pandemia, del aislamiento social causado por los confinamientos y la dificultad para los encuentros con familiares, amistades y círculo social. Situaciones en las que la musicoterapia puede ser de gran ayuda.

Una de las soluciones que se han adoptado ante esta situación han sido las sesiones on line, a través de videoconferencias. Pero, según los resultados de este estudio, esto ha comportado en ocasiones “depresión digital”, al resultar las sesiones mucho más cansadas por no poder observar de la misma manera las respuestas físicas y emocionales de los pacientes o por no poder llegar la intervención musical con la misma calidad que en las intervenciones cara a cara.

El artículo que aquí presentamos se realiza a partir de una encuesta a 112 musicoterapeutas profesionales de América del Norte (Canadá y Estados Unidos), Europa (Austria, Bélgica, Alemania, Letonia, Austria, Holanda, España y Suiza) y Asia/Oceanía (Australia Barein, Hong Kong, Indonesia, Malasia, Israel, Nueva Zelanda Taiwan, Singapur y Tailandia), realizada en setiembre de 2020. El objetivo es conocer cómo han cambiado su práctica y la han adecuado a las posibilidades de la pandemia por COVID19, utilizando las nuevas tecnologías. Se analiza su visión acerca de las limitaciones y beneficios de la tecnología en musicoterapia, especialmente de la práctica on line, durante la pandemia y también las posibilidades que se presentan de cara a la práctica en el futuro.

Un 87,5% de las personas encuestadas contestan que ya habían utilizado tecnología en sus sesiones de musicoterapia antes de la pandemia y las que no lo habían utilizado reconocían que podría ser beneficiosa para la mejora de su intervención. Ejemplos son: software musical, aplicaciones, instrumentos midi, tecnología para gravar audio y vídeo, teléfonos y tablets, herramientas para videoconferencias.

Donde más han coincidido las respuestas de musicoterapeutas es en la necesidad de que toda tecnología sea “fácil de utilizar”, (para que no resulte una carga extra a la hora de preparar las sesiones), también que sea asequible i que facilite el apoyar las necesidades del/la paciente.

También ha aumentado el uso de la tecnología en el diagnóstico y evaluación del/la paciente aunque solo un 50% de las personas encuestadas responde que es importante en sus métodos de evaluación.

Respecto a las limitaciones de la tecnología en las sesiones de musicoterapia las respuestas se refieren a que interfieren en el proceso terapéutico; el no estar en la misma habitación en las sesiones on line, la latencia en las videoconferencias o la mala calidad del sonido afecta a la calidad de la escucha terapéutica y provoca una mayor fatiga y distracción y una disminución de la interacción y el compromiso por parte del/la paciente. Las sesiones on line también implican la visión desde un único ángulo, con una única perspectiva, reduciendo la observación global de la persona que recibe musicoterapia.

Por zonas geográficas, donde ven más positiva y necesaria la inclusión de tecnología en las sesiones de musicoterapia es en Norteamérica, seguida de Asia/Oceanía y en tercer lugar Europa.

A la pregunta sobre la utilización de nuevas tecnologías para seguir con la práctica musicoterapéutica durante la pandemia, también Norteamérica está en primer lugar y Europa en tercero. Es curioso observar que mientras en Estados Unidos y Canadá más del 80% de musicoterapeutas piensan en seguir utilizando la tecnología después de la pandemia, en Europa solo valoran esa posibilidad un 48%.

Artículo publicado por Kat R. Agres, Katrien Foubert y Siddarth Sridhar en mayo de 2021

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